El bocio es el aumento de volumen de la glándula tiroidea. El bocio endémico aparece en zonas que se caracterizan por la carencia de yodo. También puede estar provocado o agravado por el consumo regular de alimentos bociógenos (mandioca, col, nabos, mijo, etc.).
El desarrollo del bocio es un fenómeno de adaptación: el yodo es indispensable para la producción de las hormonas tiroideas. Una carencia de yodo provoca un déficit de su producción por parte del tiroides que, para compensarlo, aumenta de volumen. En la mayoría de los casos, la función tiroidea continúa siendo normal.
Además de la aparición del bocio, en la mujer embarazada la falta de yodo tiene repercusiones muy graves en el niño (mortalidad fetal y peri-natal, retraso en el desarrollo del niño, cretinismo). Estos riesgos deben ser prevenidos mediante un aporte de un suplemento de yodo en las zonas de carencia probada.
Signos clínicos
- Clasificación simplificada del bocio según la OMS:
- Grupo 0: tiroides normal, no palpable o no visible
- Grupo 1: tiroides palpable, no visible cuando el cuello está en posición normal
- Grupo 2: tiroides perfectamente visible cuando la cabeza está en posición normal
- Complicaciones mecánicas posibles, poco frecuentes: compresión, desvío de la traquea o del esófago.
Prevención y tratamiento
La prevención tiene por objetivo reducir las consecuencias de la carencia de yodo en el recién nacido y el niño. El enriquecimiento de la sal con yodo es la mejor forma de prevención y depende de un programa nacional.
Para el tratamiento curativo de los pacientes portadores de bocio y como prevención en las zonas carenciales donde la sal no es enriquecida con yodo: aceite yodado, informarse de las recomendaciones nacionales. A título indicativo (según la OMS):
|
Aceite yodado VO |
---|---|
Niños de menos de 1 año |
1 cápsula |
Niños de 1 a < 6 años |
2 cápsulas |
Niños de 6 a 15 años |
3 cápsulas |
Mujeres embarazadas o lactantes |
2 cápsulas |
Las dosis únicas utilizadas en el tratamiento curativo y en el preventivo son las mismas. Los grupos de riesgo son las mujeres embarazadas, las lactantes, las que están en edad reproductiva y los niños.
El bocio desaparece en pocos meses en el caso de los niños. En los adultos la desaparición es más lenta (a veces no desaparece nunca) aún cuando la función tiroidea se ha normalizado (en 2 semanas). La cirugía está indicada únicamente en caso de complicaciones mecánicas locales.